Desde sus orígenes y como todos los seres vivos, el ser humano ha tenido que obtener recursos a partir de la nutrición para poder mantener sus estructuras corporales en funcionamiento. La dieta de los primeros homínidos era herbívora (hojas, frutas y tallos tiernos) básicamente y las proteínas de origen animal representaban una mínima parte de la misma.
Los cambios climáticos que surgieron posteriormente obligaron a introducir alimentos de alta densidad calórica en forma de carne que podía provenir de: carroña, pequeños vertebrados, insectos, peces y mariscos. Dicha adaptación conllevó importantes cambios metabólicos como: una sensibilidad diferente a la insulina por parte de los tejidos muscular y adiposo, lo cual propició una especialización para poder acumular reservas en forma de grasa y con ello poder afrontar mejor los períodos de hambre. Esta adaptación es lo que se conoce como genotipo ahorrador.
El ser humano actual ha evolucionado, creando entornos sociales controlados en grandes metrópolis, consiguiendo tener abundancia de alimentos. Sin embargo, el genoma humano no ha evolucionado tan rápidamente e interpreta la abundancia como una oportunidad para acumular reservas para tiempos de escasez. Los cual ha hecho que esta ventaja evolutiva se vuelva en contra propiciando la aparición de enfermedades crónicas no transmisibles tales como: obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y en definitiva el síndrome metabólico.
Por consiguiente si logras comprender tu genotipo, te darás cuenta que tienes el poder de elegir, y que los alimentos que consumes pueden silenciar genes perjudiciales (gen ahorrador) y activar genes beneficiosos. Selecciones los nutrientes adecuados para cada genotipo es la clave en para el diseño genético y evolutivo del Homo sapiens.
Si quieres informarte más y leer el artículo completo lo encuentras en este enlace. http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-11462019000300106
Paola Linares
Nutricionista
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